Con bastante frecuencia los padres de niños con dificultades del aprendizaje acuden a la consulta relatando con gran ansiedad los problemas de sus hijos en la escuela. Frases como: “le cuesta mucho estudiar”, “aunque pasa mucho tiempo delante del libro, los resultados no son los esperados”, “cuando lee cambia unas sílabas por otras o al escribir se come algunas letras” y un largo etcétera son las más comunes. En la mayoría de los casos acuden a un profesional cuando el niño o la niña tienen alrededor de los 8 años y sospechan que algo no va bien.

Los problemas del aprendizaje pueden afectar a cualquier persona independientemente de la raza, estatus social o nacionalidad. El conocimiento acerca de las dificultades de aprendizaje de los niños es muy importante, ya que según los expertos podemos encontrar al menos un alumno con dificultades en la lectoescritura en cada aula. Para que nos hagamos una idea, es un problema con una prevalencia de entre un 10 y un 15% de los niños en edad escolar.

Para estos niños el aprendizaje de la lectura y la escritura supone una barrera enorme para su desarrollo académico y personal. Por ello es muy importante detectarlos a tiempo y realizar una intervención temprana. A día de hoy algunas escuelas todavía no saben cómo responder de forma eficaz a las necesidades educativas de estos alumnos. Estamos hablando de problemas del aprendizaje relacionados con el lenguaje como son la dislexia, la disgrafía o la discalculia.

Uno de los problemas con el que aún nos seguimos encontrando en muchas escuelas es que no están preparadas para el abordaje de un alumno que presente dislexia. En nuestro sistema educativo, todos los aprendizajes se hacen a través de la lectura y la escritura, por lo que el niño es incapaz de llegar a asimilar toda la información a la misma velocidad que los demás compañeros de clase ya que primero tiene que “descifrar” el mensaje.

Es por ello que los niños con dislexia tienden a cansarse antes, distraerse, perder la concentración o el interés con gran facilidad y al final desarrollando cierto rechazo a las tareas educativas. Desde el punto de vista de los padres o el profesorado, estos síntomas se entienden como una conducta de desinterés o desgana por parte del niño etiquetándolos de “inmaduros”, “inquietos” o “inatentos” por lo que tienden a presionarlos creyendo que así obtendrán mejores resultados.

La dislexia

Según la Asociación Internacional de Dislexia, la dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura de carácter persistente y específico de origen neurobiológico. Se manifiesta en dificultades para leer, decodificar letras, discriminarlas o secuenciarlas de manera correcta. Se da en niños y adultos y no tiene relación con sus capacidades cognitivas, oportunidades educativas ni con su nivel sociocultural.

El manual diagnóstico estadístico de los trastornos mentales (DSM-V), clasifica la dislexia como un trastorno del aprendizaje que cursa con dificultades en la escritura.

En la mayor parte de los casos, un niño con dislexia lo ha heredado de alguno de los padres. Según los estudios recientes, cuando un niño tiene uno de los dos padres con dislexia, la probabilidad de que le afecte es del 25 al 50%. Aunque en la primera consulta los padres se pueden quedar sorprendidos cuando lo analizan más a fondo recuerdan a algún familiar que ha tenido problemas de lectura y escritura.

Como se ha mencionado, es un trastorno de carácter persistente que acompaña a la persona durante toda la vida. Sin embargo si se recibe una buena intervención a tiempo puede llegar a pasar desapercibido.

¿Cómo aprenden los niños a leer y a escribir?

Para entender la dislexia, es importante comprender cómo aprenden los niños a leer y escribir. La lectura es una habilidad muy compleja en la que intervienen muchos procesos cognitivos a la misma vez. Si alguno de esos procesos no se llega a desarrollar bien se producen alteraciones de la lectura y la escritura. Estos procesos son de gran importancia ya que, la lectoescritura es imprescindible para la adquisición de las demás habilidades en la escuela como la de las matemáticas o la de aprender historia por ejemplo.

A diferencia del lenguaje oral que viene programado genéticamente en el ser humano, en el lenguaje escrito no ocurre lo mismo ya que tanto la lectura como la escritura requieren un aprendizaje muy sofisticado.

En la lectura intervienen dos grandes procesos, el de descifrado y el de comprensión. El primero hace referencia a la capacidad de transformar las palabras escritas en sonidos y significados y el segundo a la extracción del mensaje de un texto.

Para aprender este proceso es necesario que el niño aprenda y comprenda las reglas arbitrarias por las que un grafema (letra) se asocia a un fonema (sonido). A cada sonido de nuestra lengua le corresponde una letra en concreto, y las diferentes combinaciones de letras dan lugar a los sonidos nuevos formando palabras. Parece un proceso complejo, de hecho, lo es. Sin embargo, todas las personas tenemos la capacidad de aprender a leer y a escribir.

El segundo proceso se trata de comprender el orden y la estructura de las palabras en una oración y en un texto. Una vez aprendido cómo se asocian los sonidos con las letras y cómo se unen estos para formar palabras, tenemos que aprender a darle sentido a lo que estamos leyendo.

¿Cómo sé si mi hijo tiene dislexia?

Algunas veces realizar el diagnóstico de dislexia no es fácil, ya sea por la edad del niño o por los instrumentos que se utilizan para evaluarlo. Por ello debemos ser prudentes con el diagnóstico al menos hasta que el niño haya alcanzado los 7 años de edad. Así pues, previamente a un diagnóstico de dislexia debemos descartar una serie de problemas que pueden estar afectando como pueden ser:

– Problemas visuales

– Problemas auditivos

– Cociente intelectual por debajo de la media

– Problema de salud que esté interfiriendo con el aprendizaje

– Que no exista ninguna lesión cerebral que esté afectando al lenguaje

– Que no exista un trastorno del desarrollo…

Una vez descartados estos problemas, hay algunos signos que pueden alertarnos para una detección precoz de la dislexia:

– Confunde letras, las invierte, las sustituye por otras…

– Le cuesta segmentar las palabras.

– Falta de memoria para recordar números, frases u órdenes.

– Dificultades para denominar dibujos, colores, objetos…Es decir, le cuesta encontrar las palabras adecuadas.

– Lee demasiado lento o silabeando.

– Comete errores en la lectura como saltarse letras, añadirlas o cambiarlas de lugar.

– En la escritura comete fallos del mismo tipo: omisiones, sustituciones, inversiones, adiciones…

– Falta de habilidad para el cálculo.

– Le cuesta realizar diversas órdenes a la vez.

– Le cuesta expresarse correctamente.

– Le cuesta reconocer letras y escribirlas con buen trazo.

– Confunde p/q/b/d

– No usa signos de puntuación.

– Tiene mala ortografía.

– Le cuesta comprender lo que ha leído.

– No usa correctamente mayúsculas y minúsculas.

– Tarda mucho tiempo en hacer los deberes.

– Interpreta mal lo que lee.

Debemos tener en cuenta que no todos estos síntomas se van a dar por igual en todas las personas. Pero con ellos podemos reconocer la dislexia o al menos darnos una orientación de que algo está ocurriendo. Una detección temprana es la clave ya que con un tratamiento continuado de la mano de un logopeda puede ayudar al niño a llevar una vida normal y superar esta barrera.

¡FELIZ SEMANA!

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