La mayoría de los miedos infantiles son leves, transitorios y desaparecen por sí mismos. Los
más comunes son el miedo a la oscuridad, la hora de dormir, los monstruos… y forman parte
del desarrollo evolutivo normal.

No obstante puede ocurrir que persistan en el tiempo, o que
causen en el niño una ansiedad muy elevada que genere mucha interferencia en el contexto
familiar y/o escolar, provocando una fobia específica. En este caso es necesario acudir a
terapia psicológica, dónde dependiendo del caso, se propone terapia individual y/o familiar.

La terapia individual con el menor consiste en entrenar al niño en habilidades de afrontamiento
adaptativas para superar su miedo y reducir la ansiedad , éstas van a mejorar su autonomía y
confianza, y van a reducir su sufrimiento y la interferencia del problema. Paralelamente se
ofrecen pautas a los padres para saber cómo actuar ante diversas conductas en las que el
niño/adolescente muestra su ansiedad o miedo.

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